jueves, octubre 18

Éxtasis coyuntural

POR: CÉSAR PITA DUEÑAS


"Jarra de sangría con compañía: 20 soles". Extraño cartel colgado en la roja pared del bar Éxtasis, ubicado en el jirón Quilca, otrora refugio de intelectuales nocturnos, bohemios disfrazados y mañosos carretones. Pero esa noche, el inconfundible tarifario no ocupaba su sitial de honor.

"Oye, hermanito, ¿qué grupo está tocando?". El inconfundible olor de extraños brebajes mezclados al azar con una dosis de mal aliento natural llegó hasta mi rostro. Acostumbrado a estos inconvenientes respondí: "No sé, loquito. Creo que es un grupo nuevo". "Pues no pasa nada, hermano", me dijo a la par que se reunía con su gente.

Esa noche, la gente del Condorock se había adueñado del local, y a pesar de que el respetable celebraba los punzantes riff de guitarra y el calculado slapping del bajo con el desenfreno del pogo, los buscadores de experiencias límite resintieron la pérdida de esa cualidad de hueco marginal y claustrofóbico propio del local de marras. Y es que Éxtasis nació con el estigma de lo prohibido. Después de hora, los parroquianos se ligan a cuanta habitanta haya diseminada en el lugar. A mitad de camino entre las mesas y el baño está el bar. Frente a él, y pese a la oscuridad, se observa un amplio espacio en el que los más avezados las sacan a bailar algún bolero cantinero o alguna salsa sabrosona.

Encubiertas por las sombras se deslizan las verdaderas dueñas del local que dejan en claro cuáles son sus funciones con una cruzada de piernas más que impostada o una sonrisa que evidencia alguna caries mal curada o alguna cavidad antiestética.

Pero lo más curioso de todo es esa mezcla de intelectualidad urbana y ruquerío pecaminoso que impregna el lugar. Afiches que hacen mención de conciertos, obras de teatro, publicaciones literarias y otras actividades culturosas, comparten espacio con pósters de Lita Ford y el emblemático cartel que mencionamos al principio. Ecos de la nueva modernidad que se vive en el Centro de Lima.

CODA: Qué pena. Salí un poco decepcionado por el cambio de ambiente, pero a la vez satisfecho de la recarga visceral que había experimentado con la música. Mejor vuelvo otro día. Total, con 20 lucas es suficiente. Aunque para llegar al éxtasis, hay que pagar otro precio.

RECUADRO PUBLICADO EN APÉNDICE DE BORK 4 (mayo de 1999): Nos jode que el Bar Éxtasis, uno de los lugares claves en la historia del Apéndice de Bork, haya cerrado sus puertas. La recesión no perdona. Es lo que suponemos que pasó. Ahora hay más trabajadoras en la calle. El Éxtasis fue la placenta del Apéndice.

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